sábado, 11 de junio de 2022

Que me dice Dios 13

 Juan (17,11-26)

11»Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo, guarda en tu nombre a aquéllos que me has dado, para que sean uno como nosotros. 12Cuando estaba con ellos yo los guardaba en tu nombre. He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 13Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi alegría completa en sí mismos.

14»Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, lo mismo que yo no soy del mundo. 15No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno. 16No son del mundo lo mismo que yo no soy del mundo. 17Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. 18Lo mismo que Tú me enviaste al mundo, así los he enviado yo al mundo. 19Por ellos yo me santifico, para que también ellos sean santificados en la verdad.

20»No ruego sólo por éstos, sino por los que van a creer en mí por su palabra: 21que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. 22Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. 23Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí. 24Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste antes de la creación del mundo. 25Padre justo, el mundo no te conoció; pero yo te conocí, y éstos han conocido que Tú me enviaste. 26Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en ellos.

Juan (21,15-25)

 El Primado de San Pedro [*]

15Cuando acabaron de comer, le dijo Jesús a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Le respondió: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Le dijo: —Apacienta mis corderos.

16Volvió a preguntarle por segunda vez: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Le respondió: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Le dijo: —Pastorea mis ovejas.

17Le preguntó por tercera vez: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió: —Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.

Le dijo Jesús: —Apacienta mis ovejas. 18En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te ceñías tú mismo y te ibas adonde querías; pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará adonde no quieras 19—esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios.

Y dicho esto, añadió: —Sígueme.

20Se volvió Pedro y vio que le seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». 21Y Pedro, al verle, le dijo a Jesús: —Señor, ¿y éste qué?

22Jesús le respondió: —Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.

23Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?»

Conclusión [*]

24Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir.

Juan (20, 19-23)

 Jesús se aparece a los discípulos 

19Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, con las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos cerradas por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: —La paz esté con vosotros.

20Y dicho esto les mostró las manos y el costado.

Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. 21Les repitió: —La paz esté con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo.

22Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: —Recibid el Espíritu Santo; 23a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.

Juan (19,25-27)

 25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo.

27Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre.

Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

28Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed.

29Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado.

E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Mateo (5,13-26)

 Sal de la tierra. Luz del mundo [*]

(Mc 4,21; Lc 11,33; Lc 14,34-35)

13»Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente.

14»Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; 15ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. 16Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.

Jesús y su doctrina, plenitud de la Ley [*]

(Lc 6,27-36; Lc 12,58-59; Lc 16,17-18)

17»No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. 18En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. 19Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 20Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

21»Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. 22Pero yo os digo: todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que insulte a su hermano será reo ante el Sanedrín; y el que le maldiga será reo del fuego del infierno. 23Por lo tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, vete primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve después para presentar tu ofrenda. 25Ponte de acuerdo cuanto antes con tu adversario mientras vas de camino con él; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y te metan en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás de allí hasta que restituyas la última moneda.

Mateo (5, 27-32)

27»Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. 28Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. 29Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo acabe en el infierno.

31»Se dijo también: Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé el libelo de repudio. 32Pero yo os digo que todo el que repudia a su mujer —excepto en el caso de fornicación— la expone a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

 


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