viernes, 8 de abril de 2022

Que me dice Dios 5

 Juan (7 , 1-30)

Jesús en Jerusalén durante la fiesta de los Tabernáculos.                  1Después de esto caminaba Jesús por Galilea, pues no quería andar por Judea, ya que los judíos le buscaban para matarle.

2Pronto iba a ser la fiesta judía de los Tabernáculos. 3Entonces le dijeron sus hermanos: —Márchate de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, 4porque nadie hace algo a escondidas si quiere ser conocido. Puesto que haces estas cosas, muéstrate al mundo.

5Ni siquiera sus hermanos creían en él. 6Entonces, Jesús les dijo: —Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está a punto. 7El mundo no puede odiaros, pero a mí me odia porque doy testimonio de él, de que sus obras son malas. 8Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo aún no se ha cumplido.

9Él dijo eso y se quedó en Galilea. 10Pero una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió, no públicamente sino como a escondidas.

11Los judíos le buscaban durante la fiesta y decían: —¿Dónde está ése?

12Y la gente hacía muchos comentarios sobre él. Unos decían: —Es bueno.

Otros, en cambio: —No, engaña a la gente.

13Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos.

14Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. 15Los judíos quedaron admirados y comentaban: —¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado?

16Entonces Jesús les respondió y dijo: —Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado. 17Si alguno quiere hacer su voluntad conocerá si mi doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo. 18El que habla por sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, ése es veraz y no hay injusticia en él. 19¿No os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué queréis matarme?

20Respondió la multitud: —Estás endemoniado; ¿quién te quiere matar?

21Jesús les contestó: —Yo hice una sola obra y todos os habéis ex trañado. 22Puesto que os dio Moisés la circuncisión —aunque no es de Moisés sino de los Patriarcas—, incluso el sábado circuncidáis a un hombre. 23Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os indignáis contra mí porque he curado por completo a un hombre en sábado? 24No juzguéis por las apariencias, sino juzgad con recto juicio.

25Entonces, algunos de Jerusalén decían: —¿No es éste al que intentan matar? 26Pues mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Acaso habrán reconocido las autoridades que éste es el Cristo? 27Sin embargo sabemos de dónde es éste, mientras que cuando venga el Cristo nadie conocerá de dónde es.

28Jesús enseñando en el Templo clamó: —Me conocéis y sabéis de dónde soy; en cambio, yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis, es veraz. 29Yo le conozco, porque de Él vengo y Él mismo me ha enviado.

30Intentaban detenerle, pero nadie le puso las manos encima porque aún no había llegado su hora.

Juan (7, 40-53)

 40De entre la multitud que escuchaba estas palabras, unos decían: —Éste es verdaderamente el profeta.

41Otros: —Éste es el Cristo.

En cambio, otros replicaban: —¿Acaso el Cristo viene de Galilea? 42¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David?

43Se produjo entonces un desacuerdo entre la multitud por su causa. 44Algunos de ellos querían prenderle, pero nadie puso las manos sobre él.

45Volvieron los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: —¿Por qué no lo habéis traído?

46Respondieron los alguaciles: —Jamás habló así hombre alguno.

47Les replicaron entonces los fariseos: —¿También vosotros habéis sido engañados? 48¿Acaso alguien de las autoridades o de los fariseos ha creído en él? 49Pero esta gente, que desconoce la Ley, son unos malditos.

50Nicodemo, aquél que ya había ido antes adonde Jesús y que era uno de ellos, les dijo: 51—¿Es que nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle oído antes y conocer lo que ha hecho?

52Le respondieron: —¿También tú eres de Galilea? Investiga y te darás cuenta de que ningún profeta surge de Galilea.

53Y se volvió cada uno a su casa.

Juan (8, 1-11)

 La mujer adúltera 

1Jesús marchó al Monte de los Olivos. 2Muy de mañana volvió de nuevo al Templo, y todo el pueblo acudía a él; se sentó y se puso a enseñarles.

3Los escribas y fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio y la pusieron en medio.

4—Maestro —le dijeron—, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5Moisés en la Ley nos mandó lapidar a mujeres así; ¿tú qué dices? 6—se lo decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, se agachó y se puso a escribir con el dedo en la tierra.

7Como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: —El que de vosotros esté sin pecado que tire la piedra el primero.

8Y agachándose otra vez, siguió escribiendo en la tierra. 9Al oírle, empezaron a marcharse uno tras otro, comenzando por los más viejos, y quedó Jesús solo, y la mujer, de pie, en medio. 10Jesús se incorporó y le dijo: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?

11—Ninguno, Señor —respondió ella.

Le dijo Jesús: —Tampoco yo te condeno; vete y a partir de ahora no peques más.

Juan (8, 21-30)

 Jesús reprende la incredulidad de los judíos

21Jesús les dijo de nuevo: —Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; adonde yo voy vosotros no podéis venir.

22Los judíos decían: —¿Es que se va a matar y por eso dice: «Adonde yo voy vosotros no podéis venir»? 23Y les decía: —Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. 24Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.

25Entonces le decían: —¿Tú quién eres?

Jesús les respondió: —Ante todo, lo que os estoy diciendo. 26Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que le he oído, eso hablo al mundo.

27Ellos no entendieron que les hablaba del Padre. 28Les dijo por eso Jesús: —Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. 29Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.

30Al decir estas cosas, muchos creyeron en él. 

Juan (8, 31-42)

 31Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: —Si vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, 32conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

33Le respondieron: —Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo es que tú dices: «Os haréis libres»?

34Jesús les respondió: —En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. 35El esclavo no se queda en casa para siempre; mientras que el hijo se queda para siempre; 36por eso, si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres. 37Yo sé que sois linaje de Abrahán y, sin embargo, intentáis matarme porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.

38»Yo hablo lo que vi en mi Padre, y vosotros hacéis lo que oísteis a vuestro padre.

39Le respondieron: —Nuestro padre es Abrahán.

—Si fueseis hijos de Abrahán —les dijo Jesús— haríais las obras de Abrahán. 40Pero ahora queréis matarme, a mí, que os he dicho la verdad que oí de Dios; Abrahán no hizo esto. 41Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.

Le respondieron: —Nosotros no hemos nacido de fornicación, tenemos un solo padre, que es Dios.

42—Si Dios fuese vuestro padre, me amaríais —les dijo Jesús—; pues yo he salido de Dios y he venido aquí. Yo no he salido de mi mismo sino que Él me ha enviado.

Juan (10, 25-42)

25Les respondió Jesús: — Os lo he dicho y no lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí. 26Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. 28Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. 29Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. 30Yo y el Padre somos uno.

31Los judíos recogieron otra vez piedras para lapidarle. 32Jesús les replicó: —Os he mostrado muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas queréis lapidarme?

33—No queremos lapidarte por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios —le respondieron los judíos.

34Jesús les contestó: —¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije: «Sois dioses»? 35Si llamó dioses a quienes se dirigió la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, 36¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros que blasfema porque dije que soy Hijo de Dios? 37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38pero si las hago, creed en las obras, aunque no me creáis a mí,para que conozcáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.

39Intentaban entonces prenderlo otra vez, pero se escapó de sus manos. 40Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y allí se quedó. 41Y muchos acudieron a él y decían: —Juan no hizo ningún signo, pero todo lo que Juan dijo de él era verdad.

42Y muchos allí creyeron en él.

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