sábado, 16 de abril de 2022

Que me dice Dios 6

 Juan (11,45-57)

El Sanedrín decreta la muerte de Jesús 

45Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él. 46Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. 47Entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín: —¿Qué hacemos, puesto que este hombre realiza muchos signos? —decían—. 48Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.

49Uno de ellos, Caifás, que aquel año era sumo sacerdote, les dijo: —Vosotros no sabéis nada, 50ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación 51—pero esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; 52y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos.

53Así, desde aquel día decidieron darle muerte. 54Entonces Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se marchó de allí a una región cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraín, donde se quedó con sus discípulos.

55Pronto iba a ser la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. 56Los  que estaban en el Templo buscaban a Jesús, y se decían unos a otros: —¿Qué os parece: no vendrá a la fiesta?

57Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguien sabía dónde estaba, lo denunciase, para poderlo prender.

 Domingo de Ramos Lucas (22,14-23-56)

 Institución de la Sagrada Eucarista 

14Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los apóstoles con él. 15Y les dijo: —Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, 16porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios.

17Y tomando el cáliz, dio gracias y dijo: —Tomadlo y distribuidlo entre vosotros; 18pues os digo que a partir de ahora no beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

19Y tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: —Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en memoria mía.

20Y del mismo modo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: —Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

Anuncio de la traición de Judas 

21»Pero mirad que la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. 22Porque el Hijo del Hombre se va, según está decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 23Y empezaron a preguntarse entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer tal cosa.

Discusión entre los Apóstoles

24Entonces se suscitó entre ellos una disputa sobre quién sería considerado el mayor. 25Pero él les dijo: —Los reyes de las naciones las dominan, y los que tienen potestad sobre ellas son llamados bienhechores. 26Vosotros no seáis así; al contrario: que el mayor entre vosotros se haga como el menor, y el que manda como el que sirve. 27Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como quien sirve.  28»Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. 29Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí, 30para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús predice las negaciones de San Pedro 

31»Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. 32Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.

33Él le dijo: —Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y hasta la muerte.

34Pero Jesús le respondió: —Te aseguro, Pedro, que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces haberme conocido.

Exhortación a los Apóstoles

35Y les dijo: —Cuando os envié sin bolsa ni alforjas ni calzado, ¿acaso os faltó algo?

—Nada —le respondieron.

36Entonces les dijo: —Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la lleve; y lo mismo con la alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y compre una espada. 37Porque os aseguro que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí llega a su fin.

38Ellos dijeron: —Señor, aquí hay dos espadas.

Y él les dijo: —Ya basta.

Oración y agonía de Jesús en el huerto [*]

(Mt 26,36-46; Mc 14,32-42)

39Salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos. Le siguieron también los discípulos. 40Cuando llegó al lugar, les dijo: —Orad para no caer en tentación.

41Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, de rodillas, oraba 42diciendo: —Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

43Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. 44Y le sobrevino un sudor co mo de gotas de sangre que caían hasta el suelo. 45Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. 46Y les dijo: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.

Prendimiento de Jesús 

47Todavía estaba hablando, cuando de pronto llegó un tropel de gente. El que se llamaba Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. 48Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

49Los que estaban a su alrededor, al ver lo que iba a suceder, dijeron: —Señor, ¿atacamos con la espada?

50Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51Pero Jesús, en respuesta, dijo: —¡Dejadlo ya! —y tocándole la oreja, lo curó.

52Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, príncipes de los sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: —¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? 53Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.

Las negaciones de San Pedro 

54Después de apresarlo, se lo llevaron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía de lejos. 55Habían encendido fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba sentado en medio de ellos. 56Una criada, al verlo sentado a la lumbre, fijándose en él dijo: 57—También éste estaba con él.

Pero él lo negó: 58—No lo conozco, mujer.

Al poco tiempo, viéndole otro dijo: —Tú también eres de ellos.

Pero Pedro replicó: —Hombre, no lo soy.

59Y pasada como una hora, otro aseguró: —Cierto, éste estaba con él, porque también es galileo.

60Y dijo Pedro: —No sé, hombre, lo que dices.

Y al instante, cuando todavía estaba hablando, cantó un gallo. 61El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: «Antes que cante el gallo hoy, me habrás negado tres veces». 62Y salió afuera y lloró amargamente.

Lunes Santo  Juan (12,1-11)

María unge al Señor 

1Jesús, seis días antes de la Pascua, marchó a Betania, donde estaba Lázaro, al que Jesús había resucitado de entre los muertos. 2Allí le prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él.

3María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume. 4Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que le iba a entregar: 5—¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?

6Pero esto lo dijo no porque él se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. 7Entonces dijo Jesús: —Dejadle que lo emplee para el día de mi sepultura, 8porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.

9Una gran multitud de judíos se enteró de que estaba allí, y fueron no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10Y los príncipes de los sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, 11porque muchos, por su causa, se apartaban de los judíos y creían en Jesús.

Martes Santo  Juan(13,21-28)

 Anuncio de la traición de Judas 

21Cuando dijo esto Jesús se conmovió en su espíritu, y declaró: —En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar.

22Los discípulos se miraban unos a otros sin saber a quién se refería. 23Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba. 24Simón Pedro le hizo señas y le dijo: —Pregúntale quién es ése del que habla.

25Él, que estaba recostado sobre el pecho de Jesús, le dice: —Señor, ¿quién es?

26Jesús le responde: —Es aquél a quien dé el bocado que voy a mojar.

Y después de mojar el bocado, se lo da a Judas, hijo de Simón Isca 

 riote. 27Entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: —Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

28Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió con qué fin le dijo esto, 29pues algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta», o «da algo a los pobres». 30Aquél, después de tomar el bocado, salió enseguida. Era de noche.

31Cuando salió, dijo Jesús: —Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. 32Si Dios es glorificado en él, también Dios le glorificará a él en sí mismo; y pronto le glorificará.

El mandamiento nuevo. Predicción del abandono de sus discípulos

33»Hijos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como les dije a los judíos: «Adonde yo voy, vosotros no podéis venir», lo mismo os digo ahora a vosotros. 34Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.

36Le dijo Simón Pedro: —Señor, ¿adónde vas?

Jesús respondió: —Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde.

37Pedro le dijo: —Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.

38Respondió Jesús: —¿Tú darás la vida por mí? En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.

Miércoles Santo  Mateo(26,14-25) 

 14Entonces, uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes 15a decirles: —¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue?

Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. 16Desde entonces buscaba la ocasión propicia para entregárselo.

Preparación de la Última Cena y anuncio de la traición de Judas 

 17El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: —¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

18Jesús respondió: —Id a la ciudad, a casa de tal persona, y comunicadle: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca; voy a celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos”».

19Los discípulos lo hicieron tal y como les había mandado Jesús, y prepararon la Pascua.

20Al anochecer se sentó a la mesa con los doce. 21Y cuando estaban cenando, dijo: —En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar.

22Y, muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno: —¿Acaso soy yo, Señor?

23Pero él respondió: —El que moja la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. 24Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito sobre él; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.

25Tomando la palabra Judas, el que iba a entregarlo, dijo: —¿Acaso soy yo, Rabbí?

—Tú lo has dicho —le respondió.

 Jueves Santo.  Juan (13,1-15)

IX. LA ÚLTIMA CENA 

Jesús lava los pies a sus discípulos 

1La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregara, 3como Jesús sabía que todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4se levantó de la cena, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la puso a la cintura. 5Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había puesto a la cintura.

6Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: —Señor, ¿tú me vas a lavar a mí los pies?

7—Lo que yo hago no lo entiendes ahora —respondió Jesús—. Lo comprenderás después. 8Le dijo Pedro: —No me lavarás los pies jamás.

—Si no te lavo, no tendrás parte conmigo —le respondió Jesús.

9Simón Pedro le replicó: —Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.

10Jesús le dijo: —El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos 11—como sabía quién le iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

12Después de lavarles los pies se puso la túnica, se recostó a la mesa de nuevo y les dijo: —¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y tenéis razón, porque lo soy. 14Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. 15Os he dado ejemplo para que, como yo he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros. 

Viernes Santo Juan (8,1-19,42)

 PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

Prendimiento de Jesús 

1Cuando acabó de hablar, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto en el que entraron él y sus discípulos. 2Judas, el que le iba a entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos. 3Entonces Judas, se llevó con él a la cohorte y a los servidores de los príncipes de los sacerdotes y de los fariseos, y llegaron allí con linternas, antorchas y armas.

4Jesús, que sabía todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo: —¿A quién buscáis?

5—A Jesús el Nazareno —le respondieron.

Jesús les contestó: —Yo soy.

Judas, el que le iba a entregar, estaba con ellos. 6Cuando les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron en tierra. 7Les preguntó de nuevo: —¿A quién buscáis? 

A Jesús el Nazareno —respondieron ellos.

8Jesús contestó: —Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.

9Así se cumplió la palabra que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».

10Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó, hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El criado se llamaba Malco. 11Jesús le dijo a Pedro: —Envaina tu espada. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?

12Entonces la cohorte, el tribuno y los servidores de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.

Interrogatorio ante los príncipes de los sacerdotes.                             Negaciones de San Pedro

13Y le condujeron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, el sumo sacerdote aquel año. 14Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Conviene que un hombre muera por el pueblo».

15Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote. 16Pedro, sin embargo, estaba fuera, en la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e introdujo a Pedro. 17La muchacha portera le dijo a Pedro: —¿No eres también tú de los discípulos de este hombre?

—No lo soy —respondió él.

18Estaban allí los criados y los servidores, que habían hecho fuego, porque hacía frío, y se calentaban. Pedro también estaba con ellos calentándose.

19El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. 20Jesús le respondió: —Yo he hablado claramente al mundo, he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se reúnen, y no he dicho nada en secreto. 21¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me oyeron de qué les he hablado: ellos saben lo que he dicho.

22Al decir esto, uno de los servidores que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: —¿Así es como respondes al sumo sacerdote. 23Jesús le contestó: —Si he hablado mal, declara ese mal; pero si tengo razón, ¿por qué me pegas?

24Entonces Anás le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

25Simón Pedro estaba calentándose y le dijeron: —¿No eres tú también de sus discípulos?

Él lo negó y dijo: —No lo soy.

26Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: —¿No te he visto yo en el huerto con él?

27Pedro volvió a negarlo, e inmediatamente cantó el gallo.

Juicio ante Pilato: Jesús Rey 

28De Caifás condujeron a Jesús al pretorio. Era muy temprano. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer la Pascua. 29Entonces Pilato salió fuera, donde estaban ellos, y dijo: —¿Qué acusación traéis contra este hombre?

30—Si éste no fuera malhechor no te lo habríamos entregado —le respondieron.

31Les dijo Pilato: —Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley.

Los judíos le respondieron: —A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie 32—así se cumplía la palabra que Jesús había dicho al señalar de qué muerte iba a morir.

33Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: —¿Eres tú el Rey de los judíos?

34Jesús contestó: —¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

35—¿Acaso soy yo judío? —respondió Pilato—. Tu gente y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí: ¿qué has hecho?

36Jesús respondió: —Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

37Pilato le dijo: —¿O sea, que tú eres Rey?

Jesús contestó: —Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz.

38Pilato le dijo: —¿Qué es la verdad?

Y después de decir esto, se dirigió otra vez a los judíos y les dijo: —Yo no encuentro en él ninguna culpa. 39Vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno por la Pascua, ¿queréis que os suelte al Rey de los judíos?

40Entonces volvieron a gritar: —¡A ése no, a Barrabás! —Barrabás era un ladrón.

Juan 19

 Flagelación y coronación de espinas 

1Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. 2Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con un manto de púrpura. 3Y se acercaban a él y le decían: —Salve, Rey de los judíos.

Y le daban bofetadas.

Pilato entrega a Jesús 

4Pilato salió otra vez fuera y les dijo: —Mirad, os lo voy a sacar para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna.

5Entonces Jesús salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: —Aquí tenéis al hombre.

6Cuando le vieron los príncipes de los sacerdotes y los servidores, gritaron: —¡Crucifícalo, crucifícalo!

Pilato les respondió: —Tomadlo vosotros y crucificadlo porque yo no encuentro culpa en él.

7Los judíos contestaron: —Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios.

8Cuando oyó Pilato estas palabras tuvo más miedo. 9Y volvió a entrar en el pretorio y le dijo a Jesús: —¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta alguna. 10Pilato le dijo: —¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte y potestad para crucificarte?

11Jesús respondió: —No tendrías potestad alguna sobre mí, si no se te hubiera dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.

12Desde entonces Pilato buscaba cómo soltarlo. Pero los judíos gritaban diciendo: —¡Si sueltas a ése no eres amigo del César! ¡Todo el que se hace rey va contra el César!

13Pilato, al oír estas palabras, condujo fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá. 14Era la Parasceve de la Pascua, más o menos la hora sexta, y les dijo a los judíos: —Aquí está vuestro Rey.

15Pero ellos gritaron: —¡Fuera, fuera, crucifícalo!

Pilato les dijo: —¿A vuestro Rey voy a crucificar?

—No tenemos más rey que el César —respondieron los príncipes de los sacerdotes.

16Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y se llevaron a Jesús.

Crucifixión y muerte de Jesús 

17Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota. 18Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado de Jesús. 19Pilato mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos». 20Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. 21Los príncipes de los sacerdotes de los judíos decían a Pilato: —No escribas: «El Rey de los judíos», sino que él dijo: «Yo soy Rey de los judíos».

22—Lo que he escrito, escrito está —contestó Pilato.

23Los soldados, después de crucificar a Jesús, recogieron sus ropas e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y además la túnica. La túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo. 24Se dijeron entonces entre sí: —No la rompamos. Mejor, la echamos a suertes a ver a quién le toca —para que se cumpliera la Escritura cuando dice: Se repartieron mis ropas

 y echaron suertes

 sobre mi túnica.

Y los soldados así lo hicieron.

25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo.

27Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre.

Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

28Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed.

29Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado.

E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Lanzada y sepultura de Jesús  

Parasceve, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les rompieran las piernas y los retirasen. 32Vinieron los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que había sido crucificado con él. 33Pero cuando llegaron a Jesús, al verle ya muerto, no le quebraron las piernas, 34sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza. Y al instante brotó sangre y agua. 35El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que también vosotros creáis. 36Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrantarán ni un hueso. 37Y también otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

38Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque a escondidas por temor a los judíos, le rogó a Pilato que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Así que fue y retiró su cuerpo. 39Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, fue también llevando una mixtura de mirra y áloe, de unas cien libras. 40Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos. 41En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido colocado nadie. 42Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.


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